Como tenía por la mayor y más preciosa función del legislador el cuidado de la educación[...] atendía como uno de los primeros objetos al matrimonio y a la procreación de los hijos [...]Ejercitó los cuerpos de las doncellas en correr, luchar, arrojar el disco y tirar con elarco, para que el arraigo de los hijos, tomando principio en unos cuerpos robustos, brotase con más fuerza; y llevando ellas los partos con vigor, estuviesen dispuestas para aguantar alegre y fácilmente los dolores. Eliminando, por otra parte, el regalo, el estarse a la sombra y toda delicadeza femenil, acostumbró a las doncellas a presentarse desnudas igualmente que los mancebos en sus reuniones, y a bailar así y cantar en ciertos sacrificios en presencia y a la vista de éstos. En ocasiones, usando ellas también de chanzas, los reprendían útilmente si en algo habían errado; y a las veces también, dirigiendo con cantares al efecto dispuestos alabanzas a los que las merecían, engendraban en los jóvenes una ambición y emulación laudables: porque el que había sido celebrado de valiente, viéndose señalado entre las doncellas, se engreía con los elogios; y las reprensiones, envueltas en el juego y la chanza, no eran de menos fuerza que los más estudiados documentos, mayormente porque a estos actos concurrían con los demás padres de familia los reyes y los ancianos. Y en esta desnudez de las doncellas nada había de deshonesto, porque la acompañaba el pudor y estaba lejos toda lascivia, y lo que producía era una costumbre sin inconveniente, y el deseo de tener buen cuerpo; tomando con lo femenil cierto gusto de un orgullo ingenuo, viendo que se las admitía a la parte en la virtud y en el deseo de gloria: así, a ellas era a quienes estaba bien el hablar y pensar como de Gorgo, mujer de Leónidas, se refiere, porque diciéndole, a lo que parece, una forastera: “¿Cómo vosotras solas las Espartanas domináis a los hombres?” “También nosotras solas- le respondió- parimos hombres”.Plutarco, Vida de Licurgo, 14.
Es legendaria la dureza de la educación espartana, tanto para los hombres como para las mujeres, Aprovechando que en otro de mis blogs he escrito un artículo en el que he recopilado información acerca de la ciudad y la sociedad de Esparta, me parece necesario plasmar aquí lo concerniente a las mujeres espartanas, que pese a no poseer una igualdad total, diferían en gran medida de la situación del resto de mujeres griegas. Eran, dejando de lado el si la educación y las leyes espartanas nos parecen más o menos éticas, un gran ejemplo de mujeres fuertes, tanto física como anímicamente.
De hecho, los propios espartanos tenían a sus mujeres en muy alta estima. Las niñas espartanas, al igual que los varones, recibían una dura educación gestionada por el Estado, basada en la lucha, la gimnasia y el atletismo.
La finalidad principal de esta educación era criar mujeres resistentes, fuertes y que pudieran traer al mundo hijos sanos.
Las mujeres espartanas solían llevar el peplo arcaico (sin coser por el costado), razón por la cual los atenienses las llamaban "fainomérides" ("las que enseñan los muslos").
Aun así, eran consideradas las mujeres más bellas de toda Grecia.
De hecho, en muchos rituales y festividades y en las competiciones de atletismo y lucha iban completamente desnudas, como sus compatriotas masculinos.
Las mujeres espartanas eran tan guerreras como sus hombres, si bien eran los hombres quienes iban al frente primero.
Como contrapartida a su dura educación, las mujeres espartanas gozaron de una notable libertad de movimientos, a diferencia de las demás mujeres griegas, recluidas casi de por vida en el gineceo. Podían también heredar de sus padres, lo que les proporcionaba gran independencia de los hombres y solían ser ellas las que administraban la economía familiar.
Por otro lado, la vida familiar apenas existía en Esparta, ya que los hombres pasaban la mayor parte del tiempo guerreando, y los hijos eran arrancados de los brazos maternos a los siete años; así que las espartanas dedicaban gran parte de su tiempo a la administración, el cuidado de sus cuerpos y las competiciones atléticas.
También hay que decir que, aunque no poseían los mismos derechos que los hombres (teniendo en cuenta la época) tampoco seguían una vida tan reglamentada como estos.