El término francés "belle époque" es acuñado tras la primera Guerra Mundial (1914-18) para referirse retrospectivamente a una época de bonanza económica y paz entre las principales potencias mundiales.
Esta "época dorada" en la historia europea se extiende desde finales del siglo XIX hasta la primera década del XX y en Gran Bretaña se superpone a los períodos denominados Victoriano y Eduardiano.
El lujo, la opulencia y la extravagancia -para los que podían permitírselo, claro está- eran la última moda durante esta "bella época".
En la moda, este período se convierte en un nexo de unión entre la forma de vestir del siglo XIX y el cambio radical que sufre el mundo de la moda a partir de la I Guerra Mundial. Aunque las prendas siguen siendo elaborados y recargadas y las mujeres siguen llevando elemetos restrictivos como el corsé y la crinolina, comienazan a aparecer prendas que permiten una mayor libertad de movimientos. A partir de 1890 el polisón deja de llevarse y las faldas se acampanan ligeramente sobre las caderas agrandándose a medida que caen. Durante esta época las mujeres todavía se ven obligadas a realizar cambios de vestuario dependiendo de la hora del día y de la ocasión.
Los vestidos de día, del tipo denominado eduardiano, estaban constituídos normalmente por dos piezas.El hasta entonces enorme volumen de las faldas se traslada principalmente a las mangas, llamadas de tipo jamón, balloon o gigot, que en torno a 1895 adquieren proporciones descomunales destacando en comparación a las cinturas de avispa y creando la silueta de "reloj de arena", que vuelve a estar de última moda. La crinolina deja de llevarse, por lo que la falda cae plana por la parte delantera y exceso de volumen se recoje en la parte trasera.
Las blusas y vestidos de día llevaban cuellos altos y estrechos, pero en los trajes de noche los escotes descendieron vertiginosamente.
Aparece también el traje sastre, presentado por las casas Redfern y Creed en 1880 y compuesto entonces por chaqueta entallada y falda larga acampanada. Éste se convierte en el traje preferido a la hora de viajar y en el "uniforme" de las mujeres trabajadoras de clase media.
Los guantes eran imprescindibles para no mostrar los brazos o las manos desnudos y las cabezas se cubren con enormes sombreros con plumas. También las sombrillas estaban a la orden del día, tanto estéticamente como por su utilidad, ya que todavía se consideraba que las pieles morenas eran fruto del trabajo bajo el sol y por lo tanto nada apropiadas para las damas de clase alta.
Por aquel entonces la moda la marcaban, además de la realeza, las figuras públicas como actrices o cantantes.
Uno de los iconos de aquella época fue también la "chica Gibson", un personaje de historieta dibujado por Charles Dana Gibson que representaba el ideal de la mujer moderna, competitiva y emancipada, pero al mismo tiempo bella y elegante.
En cuanto a las telas, para el día se usaban el lino, el terciopelo y la lana mientras que los vestidos de noche eran realizados con sedas, muselinas, tules, satén y encajes.
A partir del 1900 empieza a gestarse un cambio en la vestimenta femenina, aunque éste no será definitivo hasta diez años después.
Paris se establece como cuna de la "haute couture", marcando las tendencias que se llevan en toda Europa y se incrementa la popularidad de las revistas de moda, hechos ambos que contribuyen a la revolución que cambiará los cánones estéticos de manera definitiva a partir de la I Guerra Mundial.
El diseñador Paul Poiret, que había trabajado para Poiret y Worth, fue uno de los grandes impulsores de la nueva silueta, esbelta y rectilínea, que se impone a partir de 1908.
Poiret encontraba ridículos los corsés y la forma de pechos y traseros prominentes que hasta entonces tan de moda había estado, asi que en 1906 revolucionó el mundo de la moda al crear un estilo de vestido de corte sencillo, inspirado en gran medida en el estilo imperio (principios del siglo XIX), entallado bajo el pecho y de caída recta. Pese a la sencillez de sus cortes los vestidos de Poiret no carecían de lujo ya que los decoraba con bordados de vivos colores, puntillas de oro y plata, perlas y plumas.
En sus creaciones también estaba muy presente la inspiración oriental y diseña caftanes, vestidos estilo kimono y pantalones bombacho, cubriendo a las mujeres con velos, túnicas y turbantes.
En 1911 levantó una gran polémica al presentar su "falda-pantalón", que recibió la condenación del mismísimo Papa (por aquel entonces Pio X)
Otros de los diseñadores más importantes en la primera década del siglo XX fueron Mariano Fortuny, Jeanne Paquin o Jaques Doucet.
El exotismo que dominaba la moda no se limitó a la inspiración de tipo oriental y por ejemplo las creaciones de Fortuny estuvieron fuertemente inspiradas en la grecia clásica. Sus creaciones, descritas como obras de arte (de hecho, aunque Fortuny se interesó en muchos campos artísticos era principalmente pintor), requerían de un complicado proceso de elaboración gracias al cual obtenía complicados plisados y piezas sin costuras .
Otro de los diseños más populares durante toda la década fue el de las túnicas y sobretúnicas con una falda larga debajo, estas faldas fueron ensanchándose gradualmente en las caderas para luego estrecharse a modo de falda tubo a la altura de los tobillos. Los abrigos también tomaron muy a menudo esta forma, el tejido preferido para los mismos son las pieles, que como no son asequibles para muchos provocan la aparición de las "pieles de segunda categoría" (topo, nutria y castor).
Los corsés aunque siguen llevándose toman una forma distinta, más similar a la de una faja (que sería al prenda de ropa interior que prevalecería en las décadas siguientes). En las faldas el largo se acorta, dejando a la vista los tobillos, mientras que las colas en general quedan relegadas a los trajes de noche
La influencia del Art Noveau, el éxito de los ballets rusos en París...influyeron también en este creciente gusto por lo exótico y artistas como Isadora Duncan, Eleanora Duse o la enigmática Mata Hari, contribuyeron a la popularización y difusión de este nuevo estilo.