Juana de Arco, también conocida como "La Doncella de Orleans" ("La Pucelle" en francés), nació en torno a 1412, en Domrémy, hoy llamada en su honor "Domrémy-la-Pucelle".
Juana se hizo llamar siempre «Juana la Doncella». No obstante en su pueblo se le llamaba Jehannette y en Francia, se me llamaba Jehanne.
Posteriormente, se le añadiría la «Darc» , para referirse a ella de forma oficial (la falta de apóstrofo en su versión francesa —D'Arc— se debe a la inexistencia de tal signo en la Edad Media), el cual era el apellido de su padre.
Su fecha de nacimiento no es del todo clara, ya que incluso ella, cuando se la procesó, no sabía su edad con exactitud, y dijo tener unos diecinueve años.
La Guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia, que comezó en 1337 y terminó en 1453 (durando en realidad 116), fue el marco en el que Juana e hizo famosa.
La reclamación de los derechos de Eduardo III de Inglaterra (1327-1377) al trono de Francia ha sido considerada tradicionalmente el origen de la guerra. Sin embargo, esta coartada o pretexto dinástico, que sí impulsó el conflicto, sólo fue una de sus causas, y no la primera. En la génesis de esta prolongada guerra convergen diferentes razones político-económicas: la principal fue el control de la rica Guyena o Gascuña, último reducto francés del Imperio Angevino de Enrique II Plantagenet (1154-1189), lo que convierte esta guerra en el último episodio de la secular pugna Capeto-Plantagenet por el dominio de Francia. Guyena era feudo inglés, pero los reyes de Francia consideraban que, como soberanos feudales, tenían derecho a intervenir en sus asuntos internos. Esta inadaptación feudal a las nuevas circunstancias políticas y económicas generaría permanentes incidentes, como las confiscaciones francesas de Guyena en 1294 y 1323.
La hostilidad anglo-francesa se agudizó por culpa de conflictos periféricos menores como el apoyo francés a Escocia contra la hegemonía inglesa, el control del estratégico ducado de Bretaña y la cuestión sucesoria de Artois. Sin embargo, la chispa del conflicto fue Flandes, otra fuente de disputas debido a la peligrosa contradicción existente entre su dependencia económica de la lana inglesa y su subordinación feudal a los reyes de Francia, problema agravado por la lucha social entre la nobleza profrancesa y los grupos urbanos proingleses. Tras el sometimiento de la rebelión de las ciudades flamencas en la batalla de Cassel (1328), el conde de Flandes Luis de Nevers y Felipe VI de Francia se aliaron en perjuicio de los vitales intereses ingléses en la zona, a lo que respondió Eduardo III con una medida explosiva: en 1336 prohibió las exportaciones de lana inglesa a Flandes, arruinando a los artesanos flamencos. Un año después Felipe VI procedió a la tercera confiscación de Guyena. Eduardo III rompió entonces el homenaje prestado en 1329 y reclamó el trono de Francia. La cuestión dinástica, menor hasta esa fecha, adquirió entonces un papel esencial al convertirla Eduardo III en la única forma de asegurar el vital dominio inglés sobre Guyena.
Juana creció como cualquier otra chica de su edad, aprendiendo las tareas domésticas y las propias del ambiente rural en el que vivía.
Desde pequeña fui muy piadosa y religiosa, lo cual no la hacía diferente del resto de las niñas, pero sí que participó en tradiciones y rituales "supervivientes" aún en época cristiana de origen pagano de su pueblo, como por ejemplo algunas danzas o el uso de coronas, los cuales posteriormente fueron tomados fueron tomados por los jueces de Ruán en una interpretación sui géneris para encajarlas dentro de un conjunto de prácticas religiosas propias de una bruja (hay que recordar que al final se le acusa de herejía).
En 1425 Domrémy sufrió incursiones enemigas fruto del conflicto entre Inglaterra y Francia. En 1428 la villa fue asaltada y su iglesia quemada, y sus habitantes huyeron a la fortaleza más cercana, Neufchâteau. En uno de estos ataques, Juana, perdió a sus padres y a una de sus hermanas.
Según sus propias declaraciones, Juana tenía trece años cuando empezó a escuchar las voces, pertenecientes, según ella, a Dios y a San Miguel y a las santas Catalina de Alejandría y Maragarita de Antioquía.
Santa Catalina de Alejandría y de Santa Margarita de Antioquía, eran las santas más veneradas del momento, si nos atenemos a la iconografía anterior a Juana.
Catalina, es definida a veces como una figura apócrifa a caballo de los siglos III y IV que murió a una edad similar a la de Juana; también erudita (patrona de muchas especialidades intelectuales) y habiendo persuadido al emperador Maximiliano II de que dejase de perseguir cristianos. Después sería condenada a morir en la rueda (un sistema de tortura que fractura los huesos), aunque se dice que ella al tocar la rueda la rompió y finalmente acabó decapitada. Por otro lado, la leyenda de Margarita dice que fue una doncella despreciada por su fe católica a la que ofrecieron matrimonio a cambio de la renuncia a esta fe. Ante su negación, fue torturada de manera que se escapó milagrosamente diversas veces, hasta su muerte definitiva. Así pues, además de morir virgen fue mártir.
La opinión más común en círculos freudianos a estas visiones se suele explicar en base a alucinaciones, algún tipo de esquizofrenia o problemas mentales. Queda en un segundo lugar el pensar que podían haber sido fruto de algún tipo de obsesión desarrollada por la abundante asistencia a misas, o confesiones, quedando descartado que mintiese.
La Iglesia Católica y la inmensidad de fieles, reconoció posteriormente como verdaderas estas apariciones.
Las voces que escuchaba incitaron a Juana a visitar Francia y le anunciaron también que sería ella la que levantaría el asedio al que estaba sometida Orleans (en 1428).
San Miguel, protector de Francia fue visto por Juana con sus propios ojos, siendo él quien le instó a partir a Francia.
Juana tenía la obligación de entregar al delfín el mensaje secreto, crucial para levantar el asedio, que le había sido transmitido.
Para ello se valió de su tío Durant Laxant, mediante el cual solicitó a Robert de Braudricourt una pequeña escolta con la que poder atravesar el territorio enemigo hasta Chinon, donde se ocultaba Carlos VII, el Delfin de Francia, desheredado o ilegitimado desde 1420.
La escolta tardó un año en serle concedida (1429).
En aquel tiempo corría en Francia el rumor de que llegaría una joven virgen que les salvaría de la miseria en la que se hallaban sumidos, "que la virgen de Lorena salvaría el reino perdido por una mujer" (seguramente refiriéndose a la hija póstuma del difunto rey Carlos IV).
Ésto fue seguramente lo que, unido a la insistencia de la joven, lo que empujó a Braudricourt a concederle finalmente su petición.
El hecho de que realizara este viaje vestida con ropas de muchacho fue esgrimido también en su contra durante el proceso de Ruán.
Baudricourt le concedería una pequeña escolta de seis hombrees que le harían iniciar el viaje a Chinon el 13 de febrero de 1429 aproximadamente. Entre ellos, estaban los dos que tendrían que cuidarla: Poulengy y Jean Nouillompont, es decir, Jean de Metz.
Jean de Metz (o Mès) y señor de Nouillonpont (o Novelenpont), fue uno de los hombres más importantes en la historia de Juana, ya que estuvo a su lado en todas las batallas a partir de este momento. Poulangy, Bertrand de Poulengy (Poulangy o Polongy), «Pollichon»,señor de Grondecourt, cuya familia fue ennoblecida en 1425 y como Jean de Metz, fue el otro responsable de llevar sana y salva a Juana a Chinon, además de acompañarla a lo largo de su trayectoria militar.
Ambos declararon a su favor durante el proceso, y la consideraban una heroína.
El verano de 1429 llegó a la corte del Delfín, donde algunos dicen que aprendió a leer y escribir.
Al mismo tiempo su carta llegó a Chinon, acompañada de su fama. Se discutió acerca de si era adecuado recibirla, aunque todos tenían curiosidad por ver a aquella que decía portar la salvación de Orleans.
Finalmente, gracias a la declaración de Brandricourt, decidieron recibirla.
Primeramente le hicieron pasar una prueba, pues en su recibimiento el delfín se oculto entre la gente que ocupaba la sala, y sin embargo, Juana fue capaz de reconocerlo.
"Finalmente el rey la recibió a solas, y ella le suplicó que le diera un ejército y la enviara a Orleans.
Fue el señor y conde de la Vendôme el que la llevó al apartamento del rey. Cuando éste la miró, le preguntó su nombre.
«Señor Delfín —contestó ella—, me llamo Jehanne, la Pucelle; y el Rey del Cielo te envía una palabra a través de mí, por la que tú serás consagrado y coronado en Reims, y que tú serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia».
Después de que el rey le hubiera hecho unas cuantas preguntas, ella le dijo: «Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey, y él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres». Al acabar la entrevista, el rey dijo que Juana le había confiado secretos que no podían ser sabidos por nadie, excepto por Dios, el cual había puesto mucha confianza en ella." Juan II, Duque de Alençon.
Delfin accedió a su peticion y le asignó dos oficiales, Ambleville y Guyenne, para protegerla. Jean d’Aulon se encargó de su intendencia.
De todos modos, se le hizo una especie de proceso en Poitiers, para verificar si ella era quien decía que era.
Durante éste, que duró tres semanas, diversos teólogos examinaron a Juana, quedando satisfechos con la joven, ya que ella siempre se mantuvo dentro de sus creencias y con gran firmeza, siempre defendiendo que era una mensajera de Dios y venía a llevar al delfín a Reims para consagrarlo.
Llegada al asedio de Orlenans, en un principio fue excluída de los consejos de guerra por Jean De Orleans, quien además se negó a informarla de cuándo el ejército luchaba contra el enemigo.
Sin embargo, estuvo presente en la mayoría de los consejos y de batallas.
El grado de liderazgo militar que llegó a ejercer ha sido muy debatido. Se cree que principalmente se limitaba a portar el estandarte, y que su presencia entre las tropas levantaba la moral de los combatientes. Aunque historiadores modernos insisten en que ella era una tacticista de mucho talento y una estratega de éxito, afirmación que habrían mantenido sus compañeros oficiales.
El ejército de Juana levantó el sitio de Orleans y en la recapturó varios puentes sobre el río que estaban en poder del enemigo desde hacía mucho tiempo, fracturando del territorio francés en dos partes (norte y sur) e imposibilitando a los franceses para trasladar tropas, logística y suministros de una orilla a la otra.
El 15 de Julio llegaba con el Delfín a Reims, y al día siguiente este era consagrado y ungido en Reims como rey.
Llegados a este punto, teóricamente Juana había cumplido con su cometido, pero, viendo que mientras la ciudad de Parísestuviese tomada por las tropas inglesas, difícilmente el nuevo rey podría hacerse claramente con el control del reino de Francia, envió una carta al Duque de Borgoña el mismo día de su llegada, en la que le pedía que demandaba una tregua a apetición del nuevo rey de Francia.
El mismo día de la coronación aún llegaban emisarios del Duque de Borgoña y se iniciaron las negociaciones para llegar a la paz, o a una tregua, que fue finalmente lo que se pactó.
El rey Carlos la aprovecho para avasallar poco a poco la región de Ilê de France, para después poder tomar con más facilidad la capital.
Finalmente el ataque a París se realizó , haciéndose efectivo en Saint Denis el 7 de septiembre. Así pues, al día siguiente se decidió atacar por la puerta de Saint-Honoré, al noroeste de la ciudad. La ofensiva resultó un fracaso dada la resistencia borgoñona combinada con la ya anticipada tendencia también pro-borgoñona de sus habitantes. Además, Juana fue herida por una flecha en un muslo. Esto aceleró la decisión de que el rey estaba destinado a tomar: la retirada, que se llevó a cabo el 10 de septiembre. Esta decisión era totalmente la contraria de la que habría querido Juana, que como en las otras batallas había demostrado coraje y valentía.
A partir de entonces el rey desoyó los consejos de Juana, y detuvo la campaña militar. Aunque realmente no pretendía abandonar totalmente la lucha, sino tomarse tiempo para pensar e intentar algún pacto, es decir, algún tipo de conquista "pacífica".
Juana ya no le era necesaria, ya había conseguido su coronación, y ahora era solo un estorbo por su insistencia en reanudar la lucha.
Juana, sin embargo, decidió reemprender la campaña militar por su cuenta, por lo cual preparó y dirigió una serie de enfrentamientos.
Paralelamente a esto, Juana dictó diversas cartas desde Sully: dos dedicadas a los ciudadanos de Reims (los días 16 y 28 de marzo) donde les aseguraba que los auxiliaría en caso de asedio (estos se habían dirigido antes a ella temiéndose uno) y otra carta el 23, mucho más atrevida y después polémica, a los husitas. De hecho se trataba de un ultimátum en el que los trataba de herejes llamándolos a que volvieran a la fe católica y así a la luz verdadera si no querían que ella misma liderara una cruzada contra ellos. La utilización que se hizo después por parte de sus detractores es la que se quiso poner en el lugar del Papa, que acababa de anunciar una, en la que pretendían tomar parte junto a los borgoñones y los ingleses.
En abril de 1430 mismo año, Juana protagonizaría la última de sus victorias en el campo militar. Estando en Melun, Juana dijo haber recibido un mensaje de Santa Catalina y Santa Margarita, quienes le hicieron saber que sería capturada antes del día de San Juan, es decir, el 24 de junio, pero no tenía por qué sufrir porque Dios le ayudaría a pasar el trance.
El 23 de Mayo de 1430 en la Cómpiegne Juana tuvo de rendirse finalmente al Bastardo, Lionel de la Vandonne, vasallo del Duque de Luxemburgo.
Posteriormente fue llevada a Ruan, donde el obispo de Beauvais, Pierre Cauchon, lideraría un proceso eclesiástico irregular, que ocuparía los últimos meses de la vida de Juana, y acabaría con una sentencia de muerte en la hoguera después de haber pasado a justicia secular los días restantes de vida de «la Pucelle». Este proceso sería uno de los más famosos de la historia, la cual convertiría a la joven Doncella en un mito para Francia, además de su patrona.
Juana intentó escapar mientras estaba retenida en Beauvais, pero falló, al igal que las tentativas militares de sus partidarios para rescatarla.
En su segundo intento de escapatoria Juana saltó una altura de sesenta pies desde la torre en la que estaba prisionera y milagrosamente lo hizo sin romperse ni un solo hueso.
Se especula también sobre si el rey hizo negociaciones para pagar un precio por la libertad de Juana, lo cual no se puede demostrar.
En Ruán Juana fue tratada como una verdadera prisionera, mucho peor que hasta entonces.
El proceso comenzó en enero de 1431.
Se pusieron cinco hombres para vigilar a la Pucelle, dos de los cuales tuvieron que ser amonestados por intentar violar a la prisionera. Juana siguió vistiendo sus ropas de hombre durante el cautiverio, lo que enfadaba a sus jueces, pero se cree que precisamente lo hacía para evitar las violaciones. Ella misma pidió ser recluida en un ambiente femenino para evitar las ambiciones de ciertos hombres, pero los jueces no aceptaron su petición.
A lo largo del proceso Juana defendió con valor sus creencias y convicciones y no se dejó engañar por los jueces, quienes muy a menudo introducían "trampas" en sus preguntas para que el acusado se inculpara.
El 24 de marzo es cuestionada sobre el tema de la ropa femenina, al que ella respondió que aceptaría llevar un vestido si se la devolvía a su pueblo con su madre. Además pidió permiso para asistir a misa el día siguiente, que era el 25 de marzo, domingo de ramos. Esta petición le sería denegada, pero ella respondería que si era su mayor deseo estaría de todos modos, mas que seguía los designios de Dios a la hora de vestir como un hombre.
Entre los días 27 de marzo y 28 de marzo, Thomas de Courcelles hace la lectura de los 70 artículos de la acusación de Juana, a los que habría que responder y que después serían resumidos en doce el 5 de abril. Estos 70 artículos suponían la acusación formal hacia «la Pucelle» buscando ya la condena. Tras lo que se llevaba de juicio, notarios y asesores dudaron de la culpabilidad de Juana y del procedimiento de su proceso y fue el momento en que propusieron recurrir al Papa, a la que estuvo de acuerdo Juana. Ante el peligro que suponía para los jueces que el Papa los desacreditara, rechazaron la propuesta.
El 9 de mayo, después de haber estado muy enferma y de acusarla también de intentar suicidarse, se la amenazó con someterla a tortura a lo cual Juana respondió:
"Verdaderamente, si vosotros me arrancaseis extremidad por extremidad y separaseis mi alma de mi cuerpo yo no os diría nada. Y si dijera alguna cosa después declararía que me lo hicisteis decir a la fuerza".
Durante el proceso se hizo una referencia a María de Avignon «la gasque d’Avignon», una mujer que hizo ciertas predicciones a inicios de siglo, causando una gran conmoción. Esta se dirigió al rey de Francia anunciándole que a su reino le venían encima grandes calamidades por sufrir, y habló de unas visiones en las que veía el reino desolado mientras en otras se le aparecía un ejército que se ponía en sus manos. Ella se acobardó ante la idea de tener que hacerse cargo, pero dijo que algún día vendría una joven maga que tomaría el ejército y salvaría Francia.
A pesar de las súplicas de algunos de los participantes del proceso, que rogaron a Juana que se vistiese de mujer y declarase sus "culpas", pues si no su muerte sería inminente, Juana mantuvo hasta el dinal sus afirmaciones.
Massieu la engañó para que firmara unos papeles en los que negaba todas sus creencias y se retractaba de lo dicho, lo cual alargó sus sentencia.
Pero Juana apareció otra vez vestida con ropa de hombre, la que llevaba antes de volverse a poner la de mujer; se cree que fue forzada a ponérsela a causa de los ingleses, que habrían entrado en su celda; la habrían desnudado antes de mediodía según Massieu y le habrían dejado la ropa de hombre al lado, con lo cual no pudo hacer más que ponérsela. Rápidamente alguien llamó a los jueces, y estos pudieron comprobar visualmente el hecho. Aún así, en su declaración Juana afirmó habersela puesto por propia voluntad.
Fue condenada por reincidencia y el llegaría a la capilla del Arzobispo en Ruán, la última deliberación.
El 30 de Mayo fue quemada en la hoguera. Como último deseo, Juana reclamó que los Sacerdotes alzasen una cruz delante de sus ojos hasta que ella muriese, para que así acabara sus últimos momentos acompañada de Dios.
Según diversos testimonios como el de Massieu, de Juana quedó el corazón, intacto y lleno de sangre. El propio verdugo, Geoffroy Therage muy consternado fue a buscar a Ladvenu e Isambard de la Pierre a una taberna y así lo demostró diciendo que había quemado una santa. Se contó que sus restos se lanzaron al Sena.
Fue beatificada y declarada santa en 1909 y 1920 respectivamante, por la misma iglesia que la condenó, y ese último año también fue declarad santa patrona de Francia.
El 30 de Mayo es el día de santa Juana de Arco.