jueves, 12 de enero de 2012

LAS MUJERES EN LA ANTIGUA GRECIA

Pese a que Atenas, la ciudad-estado más importante de la Grecia Clásica (junto con Esparta), es considerada la precursora de la democracia, las mujeres atenienses carecían de derechos ciudadanos.
Pese a que en la sociedad minoica y en tiempos homéricos las mujeres habían desempeñado un papel importante, en la Grecia clásica carecían de derechos jurídicos y políticos y su funciones primordiales eran el matrimonio y la maternidad.
El único lugar donde poseían autoridad era dentro de su hogar, en el que permanecían confinadas la mayor parte del tiempo, siendo allí la "déspoina" (el ama).
Las mujeres solían gobernar y dirigir su hogar, pero fuera de él (y frente a su marido) su condición era dependiente y subordinada.
Las jóvenes solían casarse en torno a los catorce o quince años, y las de clase acomodada eran preparadas y educadas desde los seis años para ejercer como esposas y amas de casa.
Su contacto con el sexo masculino, hasta el momento del matrimonio, era casi nulo, ya que permanecían recluídas en el gineceo (los aposentos destinados a las mujeres), alejadas incluso de los miembros masculinos de su propia familia.
Eran entrenadas en las labores del hogar por sus madres o abuelas.
Las muchachas atenienses solo cruzaban el umbral de su casa para asistir a los sacrificios y celebraciones de carácter religioso.
Las mujeres pasaban de la tutela de su "kyrios" (su padre, o en su defecto un hermano o familiar bajo el que estuviera su tutela) a la de su marido.
De hecho, ellas no participaban en la elección de su futuro esposo, el cual era elegido por su kyrios, sin necesidad del consentimiento de la muchacha.
La hija "epiclera" (la que era heredada por un hermano de su padre difunto), debía casarse con el pariente masculino más próximo a su padre.
La función esencial del matrimonio en la antigua Grecia era la perpetuación de la sangre familiar, es decir, tener hijos, para que estos cuidasen a su padre en su vejez y lo sepultasen de acuerdo a los ritos.
De hecho el matrimonio tenía en gran medida un carácter religioso en la antigua Grecia.
Los ciudadanos atenienses se casaban ante todo para tener hijos varones, al menos uno que perpetuase su sangre y garantizase para su padre el culto que se debía rendir a los antepasados.

Aunque en Atenas no existía como en Esparta, castigo para los solteros, si que se consideraba el matrimonio como una obligación social y religiosa, y los solteros estban muy mal considerados, aunque aquellos que tenían hermanos mayores ya casados podían eludir el matrimonio con mayor facilidad.

Para los griegos el amor no era algo necesario en el matrimonio. Es más, las relaciones con las mujeres se consideraban algo simplemente necesario para la procreación, ya que el ideal griego de amor era entre dos hombres. Los atenienses veían a su esposa simplemente como a la madre de sus hijos, y a menudo satisfacían sus apetitos carnales con muchachos y cortesanas.
Aún así, a veces surgía el amor en el matrimonio, al igual que no todos los griegos eran "homosexuales".
Sin embargo, la homosexualidad masculina era algo totalmente aceptado, considerado normal e incluso idealizado.
Por supuesto que existía la atracción entre hombres y mujeres y en muchas obras teatrales y poéticas vemos ensalzado el amor conyugal, pero Plutarco en su obra, se siente obligado, antes de hacer apología del matrimonio, a demostrar que las muchachas, al igual que los muchachos, podían despertar el "eros" (amor).
De hecho, el ideal de belleza griego era masculino.
Volviendo al tema del matrimonio, mientras que las mujeres podían casarse en cuanto alcanzaban la pubertad, los hombres no se casaban antes de alcanzar la mayoría de edad (los dieciocho años), y normalmente no lo hacían hasta después de la efebía (el servicio militar), que duraba hasta los veinte. A menudo la diferencia de edad entre los esposos era considerable, y Hesíodo aconsejaba al hombre casarse hacia los treinta con una jovencita de dieciseis.

Se cree que las mujeres griegas ni siquiera asistían a su promesa de matrimonio ("engýesis" ="entrega de una prenda"), la cual era un acuerdo solemne y ritual entre el kyrios de la joven y el futuro esposo, al cual debían asistir algunos testigos.

En la época homérica era el pretendiente el que ofrecía regalos a su futuro suegro, pero la costumbre se invirtió, pasando a ser el kyrios el que entregaba una dote al futuro marido. Era raro que una joven se casase sin dote, excepcional, pues parece ser que ésta distinguía hasta cierto punto el matrimonio del concubinato.
La ceremonia nupcial era llamada "écdosis", necesaria para la consumación del matrimonio ("gamos"), consistía principalmente en el traslado de la novia a casa de su "marido".
El mes en el que más matrimonios se celebraban era "Gamelion" (Enero), "mes del matrimonio", el séptimo mes del año ateniense, el cual estaba dedicado a la diosa Hera (protectora del matrimonio).
Las ceremonias comenzaban la víspera del día en que la novia se trasladaría a su nuevo hogar.
Se ofrecería un sacrificio a las divinidades protectoras del matrimonio (Zeus, Hera, Artemisa y Apolo) y la novia consagraría los juguetes y objetos de su infancia.
Después tendría lugar el rito principal, el baño purificador de la novia, para el cual un séquito iba a buscar agua a una fuente llamada "Calíroe"; el novio, por su parte, también debía tomar un baño ritual.
El día de los esponsales se decoraban las casas de la novia y el futuro esposo con guirnaldas de olivo y laurel y se celebraban un sacrificio y un banquete en casa del padre de la novia, la cual iba cubierta con un velo que posiblemente no se quitaba hasta llegar a casa del esposo. Mientras la novia tiene a su lado a la "ninfeutria", una mujer para asistirla y ayudarla en las ceremonias matrimoniales, el novio tiene al suyo al "parocos", su doncel de honor.
Hombres y mujeres estaban separados durante el banquete, que incluía platos tradicionales como las tortas de sésamo, símbolo de fecundidad.
Al anochecer se formaba la comitiva que conduciría a la novia a su nueva casa.
Un carro tirado por mulos o bueyes conducía a los esposos de una casa a otra, y la novia llevaba un telar y un tamiz, símbolos de su próxima vida doméstica.
Los amigos y familiares seguian al carro, el cual era conducido por un amigo del esposo, a pie, al ritmo del canto del himeneo.
Antiguamente, el traslado era escenificado como un rapto, costumbre que se conservó en Esparta.
A la puerta de su nueva casa esperaban los padres de la novia, él con una corona de mirto en la cabeza y ella con una tea.
Se extendían sobre la novia nueces e higos secos (un rito que también se practicaba cuando llegaba un nuevo esclavo a casa). Se le ofrecía una tarta de sésamo y miel o un membrillo o dátil, símbolos de fecundidad.
Después, la pareja entraba en el tálamo (cámara nupcial), cuya puerta quedaba cerrada y custodiada por uno de los amigos del marido (el thyrorós).
Los demás invitados cantaban ruidosamente y alborotaban para alejar a los malos espíritus.

El día siguiente a la boda era festivo y los padres de la novia llevaban solemnemente, al son del oboe, regalos ala nueva pareja (epaulia), y entonces sería quizá cuando se entregaría la dote prometida.

Un marido tenía derecho a repudiar a su esposa en cualquier momento y sin necesidad de ningún motivo para ello. El adulterio de la esposa, sin embargo, hacía casi obligatorio el repudio, bajo pena de "atimía" para el marido. Pero cuando un marido repudiaba a su mujer debía también dovelcer la dote, lo que en muchos casos seguramente fue un freno para el divorcio.

Cuando era la esposa la que pedía el divorcio, debía ir a ver al araconte, el protector natural de los indefensos (ya que las leyes la colocaban en tal estado) y entregarle un escrito en el que expresase los motivos por los que requería el divorcio.
El araconte era quien valoraba esos motivos, aunque lo más probable es que la infidelidad por parte del esposo no fuera considerada causa del divorcio, ya que las relaciones extramatrimoniales por parte de éste no estaban mal consideradas.

Aún después de casadas, las mujeres permanecían la mayor parte del tiempo en casa (especialmente las de clases sociales altas, ya que las mujeres de familia pobre a veces se veían obligadas a trabajar fuera de casa para contribuír a la economía familiar), donde se hallaban la mayor parte del tiempo recluídas en el gineceo.
Cuando debían salir lo hacían acompañadas por una doncella, una esclava.

Las mujeres ni siquiera debían mostrar interés por lo que ocurría fuera de su casa, pues eso eran asuntos reservados a los hombres. De hecho los esposos no tenían demasiada relación entre ellos. Ni siquiera comían juntos y las mujeres solo se "mezclaban" con los hombres en las celebraciones familiares.
En Atenas había unas fiestas reservadas a las mujeres casadas, las "Tesmoforias".

Los atenienses podían también tener concubinas ("pallaké") sin separarse por ello de su mujer legítima. Según algunos autores en la época de la Guerra del Peloponeso, para evitar la despoblación, todo ateniense fue autorizado a tener dos mujeres, incluso aunque una de ellas fuese extranjera.
Se sabe que ,durante y tras la feroz guerra del Peloponeso, que duró treinta años, muchas mujeres adoptaron costumbres más libres, siguiendo el ejemplo de las espartanas, cuya libertad destacaba en oposición a la de las atenienses.
Ese desorden provocó la creación de una magistratura especial encargada de vigilar el comportamiento de las mujeres.

Los griegos no solían tener muchos hijos (en parte porque satidfacían en gran medida sus necesidades sexuales fuera de casa y en parte porque así había menos bocas que alimentar y no se dividía el patrimonio entre muchos herederos).
Se consideraba legítimo tanto el aborto como el abandono o la venta de los propios hijos, medida a la cual se recurría especialmente en el caso de que el recién nacido fuera niña.
Sin embargo, las mujeres no podían abortar sin el consentimiento de su marido, ni tampoco podía hacerlo una esclava sin el consentimiento de su amo.
De todos modos, los griegos diferenciaban entre el embrión formado y el embrión sin formar, siendo el aborto en el primer caso considerado una muerte.
De igual modo, no se podía matar al niño una vez nacido, pero sí dejarlo morir de hambre o abandonarlo.

Las atenienses daban a luz rodeadas de las mujeres de la casa. La "maia" era cualquier mujer capaz de actuar como "omfalotomos" (cortadora del cordón umbilical), aunque en partos difíciles se recurría a una comadrona o un médico.
Todo nacimiento suponía una impureza, tanto para la madre, como para las personas que vivían en la casa y por ello se pintaba la casa con pez antes del nacimiento, con la intención de alejar los malos espíritus (tampoco podía producirse ningún nacimiento dentro de un santuario).
En cuanto nacía, el bebé se colocaba sobre una rama de olivo si era niño, o sobre una banda de lana si era niña.
Tras el nacimiento, el quinto o sexto día, se celebraban las "Anfidromias", que suponían una purificación para la madre y para todas las personas que habían intervenido en el parto, y a partir de ese momoento el recién nacido era considerado miembro de la familia.
Al décimo día tras el nacimiento, se consideraba que la madre estaba purificada, y podía proseguir con sus ocupaciones habituales.



Las cortesanas ("hetarai"), eran esencialmente esclavas, aunque las propiamente llamadas hetairas eran prostitutas de lujo, cultas e instruídas en diversas artes, y se sabe que alguna de ellas llegaron a casarse con príncipes, convirtiéndose en reinas.
Es famosa la historia de Frainé a quien su amante Hipérides logró absolver en un juicio entablado por impiedad (pues ella se había comparado con la propia Afrodita, habiendo servido de modelo a Praxíteles, del que también fue amante, para varias estatuas de la diosa). Se dice que Hipérides consiguió la absolución mostrando a Frainé desnuda (aunque la veracidad de la anécdota es dudosa).
Friné llegó también a erigir con su fortuna su propia estatua de oro en el santuario de Delfos, junto a la de generales y reyes.

Parte de los beneficios de las casas de prostitución sirvieron para construir el templo de Afrodita Pandemos (no debemos olvidar que Afrodita era protectora de las prostitutas, además de diosa del amor, la belleza y el erotismo).

Muchas cortesanas, hetairas, recibían una educación más libre y amplia que las burguesas y nobles en el campo de la música, el canto y la danza, ya que muchas veces las hetairas asistían a los banquetes a tocar el oboe, cantar y bailar.




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