Se trata de una costumbre que tal vez hoy nos parezca macabra pero que hay que situar correctamente en su época y contexto. Este tipo de fotografía nace casi al mismo tiempo que la propia disciplina fotográfica. En 1816 Nicéphore Niepce obtuvo las primeras imágenes fotográficas y la fotografía más antigua que se conserva data de 1826.
La primera fotografía post mortem es tomada en 1839 en Paris y la costumbre se extiende rápidamente a otros países. Evidentemente, por aquel entonces ser fotografiado era algo a lo que no todo el mundo podía acceder y que se reservaba para ocasiones muy especiales. ¿Y que ocasión más especial que la partida de un ser querido? Al fin y al cabo era la última oportunidad de conservar una imagen de la persona fallecida.
Hércules Florence, Hippolythe Bayard y William Fox Talbot desarrollaron métodos diferentes. El de Talbot, basado en un papel cubierto con cloruro de plata, es el que más se acerca a la fotografía actual ya que producía un negativo que podía ser positivado tantas veces como se desease.
Dada la gran popularidad de la fotografía post mortem, especialmente a partir de 1860 (cuando la mayoría de la gente empezó a poder permitirse el tener un retrato fotográfico, aunque este seguía reservándose para ocasiones especiales) hubo incluso fotógrafos que se especializaron en esta disciplina como podemos comprobar en un extracto de el diario "El Nacional" (1861) en el que el fotógrafo Francisco Rave y su socio José María Aguilar anuncian que "Retratan cadáveres a domicilio, a precios acomodados..."
En un principio se solía retratar a los difuntos en actitud de reposo, como si estuviesen durmiendo o descansando, simbolizando así el "sueño eterno", un eufemismo con el que se alude a la muerte. También se hizo común el retratar a los cadáveres acompañados de sus seres queridos: madres sosteniendo a sus bebés muertos, niños sentados al lado de sus hermanos recién fallecidos o el finado rodeado de sus parientes cercanos.
Otra costumbre era disponer al muerto en una silla o en actitud cotidiana, simulando que estaba vivo, para lo cual, a menudo debían abrirse los ojos del difunto. Proceso que, en algunas fotografías, esta realizado de forma magistral mientras que en otras deja traslucir la falta de vida del cadáver fotografiado. El fotógrafo solía ser el encargado de maquillar y vestir el cuerpo.
Posteriormente comenzaron a utilizarse ornamentos, normalmente símbolos relacionados con la muerte, como flores o crucifijos.
La fotografía post mortem se mantuvo como práctica extendida hasta mediados del siglo XX. A partir de entonces y aun en la actualidad este tipo de fotografías se realiza solamente tras la muerte de personalidades importantes y normalmente ya en el ataúd o durante el velatorio.
Aunque desde nuestro punto de vista actual esta costumbre pueda parecer morbosa o macabra nada más lejos de la realidad, pues en su época era algo muy común y totalmente aceptado por la sociedad, aunque quizá la muerte no es hoy en dia, algo que consideramos tan cotidiano, ya que evidentemente las tasas de mortandad (especialmente las infantiles) han descendido bastante y quizá cada vez la vejez y la muerte son más rechazados, siendo algo que la sociedad prefiere obviar. Sin embargo, como dice la frase de origen romano, aquella que un sirviente le susurraba al emperador o el general victorioso durante su triunfo, y que ha pasado a designar un tipo de arte dentro del que se engloba la fotografía post mortem: Memento Mori , " Recuerda que eres mortal".
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